¿Cómo empezar a hacer ejercicio si nunca has tenido el hábito?

Seguramente lo has pensado muchas veces: “El lunes empiezo”, “necesito hacer ejercicio”, “me siento sin energía, algo tengo que hacer”. Pero a la hora de la verdad, no sabes por dónde empezar, te abruma la idea de ir a un gimnasio, o simplemente tu cuerpo parece no responder con ganas. Si esto te suena familiar, no estás solo. Iniciar una rutina de ejercicio cuando nunca has tenido el hábito puede sentirse como escalar una montaña sin equipo. Pero la buena noticia es que no se trata de correr un maratón, sino de dar el primer paso, y luego otro. Y así, ir construyendo una relación más amable con tu cuerpo, tu salud y tu movimiento.

En este artículo quiero acompañarte en ese primer paso. Porque sí, el ejercicio regular mejora la salud, la energía, el estado de ánimo, el sueño y hasta el metabolismo. Pero también entiendo que empezar no siempre es fácil, especialmente si venimos de años de sedentarismo, agendas apretadas o una historia de frustraciones con la actividad física.

¿Por qué moverse es tan importante?

El ejercicio físico no es solo para bajar de peso o “verse bien”, aunque esos puedan ser algunos objetivos personales. Movernos con regularidad mejora funciones clave del cuerpo:

  • Reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y algunos tipos de cáncer.
  • Aumenta la fuerza muscular, protege los huesos y previene caídas y lesiones, especialmente con el paso del tiempo.
  • Mejora la salud mental: múltiples estudios muestran cómo la actividad física reduce los síntomas de ansiedad, depresión y mejora la autoestima.
  • Favorece el sueño, la digestión y regula apetito y estrés.

Pero quizá el beneficio más subestimado es el sentido de logro personal que se experimenta al descubrir que nuestro cuerpo puede más de lo que creíamos. No necesitas entrenar como un atleta para experimentar estos beneficios. Solo necesitas comenzar.

No existe una sola forma de hacer ejercicio

Uno de los errores más comunes al iniciar una rutina de ejercicio es pensar que hay una sola manera “correcta” de hacerlo. Que si no es en un gimnasio, con pesas o corriendo, entonces no sirve. Nada más alejado de la realidad.

Moverte es mucho más amplio que una hora de entrenamiento intenso. Caminar 30 minutos diarios, subir escaleras, bailar en casa, practicar yoga, nadar o incluso estirarte frente al computador ya es un punto de partida. Lo importante es encontrar una forma de moverte que se sienta posible y amable contigo.


Porque cuando el ejercicio se percibe como castigo o una obligación, es muy difícil que se mantenga en el tiempo. En cambio, cuando se convierte en una parte de tu rutina que disfrutas, es mucho más probable que se vuelva un hábito.

Alinea tus expectativas con tu realidad

Antes de iniciar cualquier cambio, es fundamental preguntarte:

  • ¿Por qué quiero moverme más?
  • ¿Qué resultado espero obtener?
  • ¿Qué obstáculos puedo anticipar?
  • ¿Qué me hace sentir bien cuando me muevo?

No es lo mismo comenzar desde cero a los 25 que a los 55. No es igual hacerlo mientras crías hijos pequeños o trabajas turnos largos. Y tampoco se trata de compararte con otros. La clave está en alinear tus objetivos con tu contexto real y actual.

Muchas veces las personas se frustran porque no ven cambios físicos inmediatos. Pero el objetivo del ejercicio no debería ser solo estético. De hecho, cuando nos enfocamos solo en el cuerpo y no en la experiencia, perdemos de vista los beneficios verdaderamente valiosos: salud, vitalidad, energía, resiliencia.

¿Cómo empezar sin fracasar en el intento?

Aquí te comparto algunas recomendaciones prácticas:

1. Empieza pequeño, pero empieza

5 a 10 minutos al día es mejor que nada. Incluso caminar 3 veces por semana es un excelente inicio. Puedes ir aumentando el tiempo y la frecuencia gradualmente.

2. Encuentra algo que disfrutes

Bailar, caminar con música, jugar con tus hijos, andar en bicicleta, hacer una rutina en casa. Si no disfrutas lo que haces, será muy difícil mantenerlo. El mejor ejercicio es el que puedes sostener y te guste aunque parezca poco.

3. Agéndalo como una cita importante

Ponlo en tu calendario como cualquier otra cita. Si lo dejas al azar, es probable que no ocurra. Si tienes poco tiempo, busca bloques de 10-15 minutos.

4. No te castigues si fallas

Habrá días en los que no te sientas con ánimo. Está bien. La constancia no es perfección. Es regresar al camino una y otra vez, sin culpa.

5. Consulta con profesionales

Si tienes alguna condición médica, lesiones previas o simplemente necesitas orientación, consulta con un profesional en salud y ejercicio. Un plan individualizado es más seguro y efectivo.

Movimiento = Medicina, pero también es conexión contigo

Hacer ejercicio no solo cambia tu cuerpo, cambia tu mente. Te conecta con tu respiración, con tus límites, con tu fuerza. Te muestra lo que puedes lograr si te das la oportunidad.
Y no, no tienes que tener un cuerpo “fit” para empezar. Empiezas para cuidar el cuerpo que ya tienes. Ese que te ha traído hasta aquí. Ese que merece moverse con cariño y no desde la culpa.

Conclusión

Iniciar una rutina de ejercicio cuando nunca ha sido parte de tu vida puede parecer un reto grande. Pero no se trata de transformarte en otra persona, sino de reconectar con lo que tu cuerpo necesita para sentirse mejor.

En la consulta, muchas veces escucho frases como “es que yo no soy bueno para el ejercicio” o “ya estoy muy viejo para empezar”. La realidad es que nunca es tarde para moverse mejor, pero sí es urgente hacerlo con un enfoque que respete tu historia, tus tiempos y tus capacidades.

Recuerda: no se trata de exigirte más, sino de cuidarte mejor.

Y si quieres iniciar este camino de manera acompañada, puedes agendar una consulta conmigo. Juntos podemos construir un plan de hábitos realista, saludable y sostenible.

Porque moverse no es un castigo. Es una forma de salud, de autocuidado y de libertad.

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